A estas alturas estamos ya hartos de “la gran movidita” pero os voy la contar tal y cómo lo viví.
APUNTE: Cómo durante el mes de confinamiento apenas realicé fotos, este capítulo lo ilustraré con fotos de Estambul tal y cómo lo pude ver justo antes de mi vuelta a casa, completamente vacío.
Al mismo tiempo que se declaró el estado de alarma en España, se cerraron fronteras en casi todo el mundo, haciendo que miles de viajeros nos quedáramos atrapados en países extranjeros. Las embajadas empezaron a ponerse de acuerdo con aerolíneas, para repatriar a la mayor parte de sus ciudadanos, pero estas no contaban con un plan de repatriación para los que viajábamos con vehículo propio. Yo era uno de ellos y a mí me tocó en el gran país que comunica Europa con Asia, Turquía.
Llevaba cerca de una año recorriendo Eurasia, con mi furgoneta y mi querido perro Trabbi, realizando un proyecto fotográfico cuando el 3 de marzo entré en Turquía desde Georgia. Hacía semanas que oía en los medios españoles sobre el Covid-19, pero no fue hasta entonces cuando me di cuenta que podía ser algo peligroso. En el momento que entré a Turquía todavía no había ningún infectado, en la frontera me hicieron varias pruebas sobre el virus y viendo los medios de protección que había, empecé a darme cuenta de la realidad del asunto.
A pesar de mi experiencia en la frontera, cómo Turquía todavía estaba libre de coronavirus y el gobierno español y la mayoría de medios decían que iba a ser cómo una “simple gripe”, en ningún momento se me pasó por la cabeza abandonar mi viaje y pensar que fuese el momento de volver a casa, así que seguí visitando el país según mi itinerario.
Dos semanas después todo había cambiado, los contagios por el coronavirus empezaron a crecer exponencialmente y de un día para otro la mayoría de países de la UE tomaron medidas como la restricción del movimiento y el cierre de fronteras.
A miles de viajeros nos pilló por sorpresa, de un día para otro nuestra libertad de movimiento había desaparecido y nos quedamos completamente atrapados en los países que estábamos visitando. Fue entonces cuando muchos de esos miles de viajeros llamaron a sus respectivas embajadas, tratando de conseguir un modo de volver a casa. Estas organizaron vuelos de repatriación y aunque en algún momento se me pasó por la cabeza dejar el coche aquí y coger un avión, inmediatamente lo descarté porque no podía volar con mi perro y no lo iba a abandonar. Además, dejar el coche en un país extranjero sin saber cuándo iba a poder volver a por él, no era una idea que me sedujera mucho.
Al principio los días fueron confusos, en España se había decretado el confinamiento mientras que en Turquía apenas había una docena de casos y no había restricción alguna. Visto lo rápido que había crecido el virus en nuestra tierra, decidí buscar un sitio agradable y poco concurrido en el que pasar los primeros 15 días de confinamiento a la expectativa de ver lo que pasaba. Lo cierto es que a medida que pasaban los días, las restricciones en Turquía se hacían mas fuertes y hacía que cada vez fuese mas difícil vivir en una furgoneta, así que al ver que 15 días después la situación no había mejorado y ser expulsado de un camping y una playa, llegó el momento de alquilarse una casa en la que pasaría mi propio confinamiento durante el mes de abril.
Alquilé una pequeña y económica casa en un pueblo al sur de Izmir y aunque mi plan era aprovechar el parón para organizar todas las fotos del viaje y escribir, no estaba siendo nada productivo, estaba todo el día buscando la manera de poder volver a casa por carretera, llamando una y otra vez a las embajadas españolas en Turquia, Bulgaria, Grecia, Rumanía… rogando que me emitiesen algún salvo conducto, que me dejase atravesar los países por los que necesitaba pasar para poder volver a España. La respuesta de las embajadas era siempre negativa, las fronteras estaban cerradas y lo único que podía hacer era esperar.
A través de las redes sociales, veía que había viajeros en situaciones muy parecidas a la mía y que finalmente habían conseguido llegar a casa por carretera, con esta información volvieron las llamadas a las embajadas para transmitirle esos casos que conocía de primera mano y para saber qué estaba pasando, ¿por que ellos habían conseguido llegar a casa? Las autoridades me contestaban que no tenían conocimiento de que se pudiese volver a casa ahora mismo y que sí había gente que se aventuraba a intentar atravesar fronteras, lo hacían bajo su propia cuenta y riesgo. También me decían que originalmente las fronteras estaban cerradas, pero que si encontraba al típico “poli bueno” y comprensivo a lo mejor me dejaba cruzar la frontera, pero claro, ellos no me podían asegurar nada.
A los 20 días de Auto-confinamiento en Izmir decidí que era el momento de partir y arriesgarme a cruzar fronteras, estaba aburrido cómo una ostra con la sensación de estar tirando mi tiempo por la borda. Ante ese panorama de incertidumbre quería volver a casa y necesitaba poner algo de emoción a mi vida, así que empecé a recoger mis cosas para comenzar la vuelta.
A la víspera de mi marcha y con casi todo recogido, recibí un mensaje privado por instagram de un austriaco que se encontraba en Georgia que decía: ¿Sigues atrapado en Turquía? si quieres volver a casa ponte en contacto con Mirko, que está organizando un convoy junto con la embajada Alemana para volver a casa +01…
Inmediatamente le pregunté que cómo había conocido mi caso, a lo que a día de hoy sigue siendo un misterio, ya que la conversación acabó ahí. Era todo muy raro, el chico que me había avisado dejó de responderme, la embajada alemana estaba organizando un convoy de vuelta pero el número del organizador empezaba por +01 (prefijo de USA) estupefacto y siendo algo escéptico decidí llamar, total ¿Qué podía perder?
Mirko efectivamente existía, era alemán, estaba organizando un convoy de vuelta a casa desde Turquía y usaba teléfono americano porque con ese número disponía de un montón de países con roaming. Me explicó detalladamente de qué trataba el convoy, iba a ir desde Turquía hasta Alemania y yo después tendría que atravesar en solitario Francia para llegar hasta España. Necesitábamos un mínimo de 5 vehículos para poder organizar un convoy y en ese momento éramos 3. Mirko Creó un grupo de Whattsapp y el convoy se empezó a gestar.
En el momento, organizar un convoy parecía que sería algo más inmediato, pensaba que en una semana estaríamos listos para partir, pero finalmente demoraría algo más de 3 semanas. Primero tuvimos que preguntar a todos los viajeros que conocíamos atrapados en Turquía si querían unirse al convoy, inicialmente llegamos a ser hasta 15 vehículos, pero por distintos motivos finalmente nos quedamos solo 10. Una vez acotado el convoy cada ciudadano tenía que ponerse en contacto con su correspondiente embajada para hacerles saber que la embajada alemana en Sofia estaba organizando un convoy y tramitar todo el papeleo para poder unirse.
Los días que sucedieron se llenaron de nuevas llamadas y correos electrónicos a las embajadas y consulados explicando que había una posibilidad de volver a casa uniéndome a dicho convoy y poniéndoles en contacto con la embajada organizadora. Desde ese momento raro era el día que no había un intercambio de correos electrónicos o llamadas con los organismos oficiales del estado. Finalmente se decidió la ruta que íbamos a seguir, que sería: Turquía, Bulgaria, Serbia, Croacia, Slovenia, Austria y Alemania. Aunque gracias a las autoridades españolas, los españoles podríamos separarnos en Croacia del convoy para ir a través de Italia y Francia en solitario, de esa manera ahorrábamos un día y cerca de 600kms.
Conseguir la documentación para poder unirse al convoy fue un poco tedioso debido a que si querías entrar en un país necesitabas un permiso de tránsito para el siguiente país, afirmando así que te dejaría entrar. entonces tuve que ir llamando embajada por embajada de manera inversa al recorrido, empezando por Francia y acabando por Bulgaria, solicitando dicho permiso.
Mientras cada viajero solicitaba los permisos, la embajada organizadora nos informó que el convoy se iniciaría el 12 de mayo desde la frontera de Kapikule en Edirne, Turquía. Todavía quedaban unos cuantos días hasta la fecha y nos organizamos para que el día anterior, 11 de mayo, reunirnos todos en la misma frontera, para así empezar el convoy el día 12 de mayo a primera hora.
Días después se acercaba peligrosamente el 12 de mayo y nadie tenía todavía la autorización de tránsito por Serbia y por lo tanto, tampoco la de Bulgaria. El nerviosismo se notaba a través del grupo de Whatsapp: ¿que te ha dicho tu embajada? ¿Alguien tiene el permiso se Serbia? ¿Qué dice el organizador? Estas preguntas se repetían una y otra vez siendo la respuesta siempre la misma: Hay que esperar
Todos estábamos de camino al punto de encuentro en la frontera turco-búlgara sin la reunión de todos los permisos necesarios y por lo tanto sin la certeza de si íbamos a poder iniciar nuestra vuelta a casa, cuando de repente miré el móvil y tenía un correo de la embajada española en Belgrado: “Le adjuntamos su permiso de tránsito por serbia”. Tras revisar el correo y poder comprobar que tenía adjunto un archivo PDF escrito en cirílico, lo indiqué en el grupo de whattsapp y todo el mundo se alegró. Después de mi noticia poco a poco el resto de viajeros fueron recibiendo sus permisos. Los habíamos recibido 2 días antes de iniciar el convoy, pero todavía nos faltaba la autorización de Bulgaria. Pero eso lo contaré en el próximo episodio.
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