Después de Pausar mi vida nómada durante unas semanas, he vuelto a la carretera y la he cogido con muchas ganas. Tocaba cambiar de país, así que tras tramitar mi visa Azerí (que cuesta alrededor de 25$) ya estaba listo para visitar un nuevo país del Cáucaso.
Pasé la frontera de Georgia con Azerbaiyán sin mayor problema, los operarios del control fronterizo fueron muy agradables, el único pero que me pusieron era que el pasaporte de Trabbi no tenía foto, no obstante tras llamar al can varias veces por su nombre y ver que este respondía, se quedaron tranquilos.
Al adentrarme en el nuevo país, al principio, no noté mucho cambio respecto al anterior, las carreteras seguían en el mismo estado, el paisaje era similar… pero poco a poco iban apareciendo diferencias.
Con escasos kilómetros recorridos, avisté la primera gasolinera y con ella el precio del diesel. Había oido que el combustible en Azerbaiyán era muy barato pero estaba deseando verlo con mis propios ojos. Estaba a 0,60 Manat el litro, unos 0,3€/L. Paré en la Gasolinera y un personaje con rasgos árabes e indumentaria rusa, me llenó el depósito mientras fumaba un cigarro y sonreía mostrándome orgulloso su prótesis dental bañada en oro. Bienvenido a Azerbaiyán Pensé.
En Azerbaiyán se paga en Manat, 1€ equivale a 1,90 Manat, por lo que haciendo la conversión mal y pronto, pagas en euros la mitad de lo que ves marcado en Manat. Llevaba 100€ en efectivo, pues me habían dicho que en este nuevo país el pago con tarjeta es prácticamente inexistente. Cómo las casas de cambio fronterizas suelen tener muy mala conversión decidí cambiar solo la mitad y el resto cambiarlo mas adelante, pero ya os adelanto que sería un error, porque desde la frontera hasta Bakú no he encontrado ninguna casa de cambio, por lo que he tenido que apañármelas con lo que tenía.
Recorrí los primeros kilómetros y pude percibir a la perfección la enorme influencia que ha tenido el impero ruso en este pequeño país del Cáucaso. La gente a pesar de ser físicamente parecidos a los turcos, tienen un carácter totalmente sovético, de primeras incluso te puedes llegar a sentir intimidado, porque tienen la penetrante mirada y poderosa voz de un ruso, pero en las distancias cortas son tan nobles como un turco. Beben Vodka y su parque móvil se reduce a Ladas, además de ser el ruso una segunda lengua para ellos.
En este país volvemos al té y he de reconocer que aunque en Turquía me enamoré del çay, el que toman por aquí no me gusta tanto, es algo diferente y además lo toman con una rodaja de limón que le aporta acidez y le quita el amargor típico de uno turco.
Llegué al pueblo de Zaqatala, mi primera parada, di una vuelta por su bazar y pude confirmar que el pueblo Azerí comercia igual que el turco, sus bazares están distribuidos de la misma manera, y disponen de muchos platos de comida similares, como el Kebap, o el Halvasi (Baklava Azerí)
De camino a la furgoneta, observé que había una hilera enorme de taxis de la marca Lada, así que saqué la cámara y mientras estaba haciendo fotos, empecé a oír gritos de los taxistas que claramente iban dirigidos hacia mí. Como decía antes, el grito de un Azerí de primeras puede ser intimidante, así que me hice el loco guardé la cámara y pensé: “debe ser que no quiere que haga fotos a los taxis”. Acto seguido se me acerco un local y me hizo el gesto de hacer una foto con sus manos, entonces lo entendí, quería que les hiciese una foto. Asentí y de repente empezaron a salir taxistas de debajo de las piedras posando para mi foto. Ahí fue cuando me dí cuenta que los actos de los locales de Azebaiyán no coinciden con sus intenciones, al menos para los de occidente que no entendemos su idioma.
El siguiente punto que quería visitar era Seki, pero por improvisar acabé en Qax, un pueblecito en las montañas que aunque no sale en ninguna guía, yo recomendaría visitarlo. Allí tuve un encuentro con unos estudiantes de Bakú, que habían alquilando una casa en la villa durante unos días y me estuvieron aconsejando sobre qué ver en Azerbaiyán.
Cómo en el pueblo de Qax había mucha nieve y hielo, decidí recorrer la carretera cuesta abajo hasta encontrar un sitio en el que dormir sin nieve, lo que no sirvió de mucho, porque al día siguiente, amanecí completamente cubierto de nieve.
Seki, es una parada obligatoria, así que tras salir victorioso de la nevada de Qax me dirigí hacia allí. Visité el bazar, mantuve varias conversaciones en un idioma que no sabría volver a hablarlo y confirmaba que la amabilidad del Azerí es totalmente excepcional. En este mismo pueblo probé algunos platos que me habían recomendado los estudiantes el día anterior y visité las grandes atracciones del pueblo como la iglesia Albana, o el palacio de los Kanes.
Mi tercer día en Azerbaiyán estuvo dominado por una larga sesión de carretera, salí de Seki y puse dirección a Ivanovka, un peculiar pueblo que la llaman la pequeña Rusia (esto me suena de algo), pues la mayoría de los habitantes son rusos, y en efecto la distribución de pueblo es totalmente soviética. Desde Ivanovka, avisté un pueblo en la montaña de enfrente, así que fui a verlo. Cuando llegué, estaba todo nevado y no había nadie por las calles, era un pueblo fantasma, vi una fuente, y cómo iba mal de agua, decidí parar a cargar. Mientras estaba en plena faena, comenzó a aparecer un montón de gente de no se dónde, Chapurreaban algo de inglés pero casi nada, al averiguar que era de España, se pusieron eufóricos a gritar: ¡Barcelona!, ¡Real Madrid! Mientras me miraban orgullosos. A continuación me invitaron a tomar Çay, pero como esta entrada me está quedando muy larga lo dejamos por aquí.
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