Acercándome a Copenhague me puse en contacto con mi amiga Benji, que desde hace un tiempo vive allí, porque ya que iba a pasar por la capital danesa aprovecharía para verla. Así que me mandó ubicación y para allí fui.
Quedamos en el centro de la ciudad, cerca de donde ella trabaja, dejé la furgoneta en el parking de su oficina, cruzamos la calle y nos fuimos a bañar. Sí, sí, yo también me quedé impactado, la gente se baña en medio de la ciudad. Es como si en la Gran Vía hubiese un canal y la gente se bañase. En España sería impensable. Antes de tirarme al agua pregunté si estaba fría y me dijo “como en el Cantábrico”. Así que, sin pensármelo, me tiré y para mi sorpresa, aparte de que el agua estaba mucho más caliente de lo que pensaba, el agua era casi dulce, no tenía apenas sal.
Después de nadar un rato y de que unas cuantas personas intentasen sacar a Trap-B del agua porque pensaban que se ahogaba, y después de cenar una burger tocaba buscar sitio para dormir.
En Copenhagen la gente se mueve sobre todo en bici, ya que los coches tienen un impuesto del 150%. Por eso el trafico es súper fluido y encuentras aparcamiento muy fácilmente. Pero dependiendo de la zona una hora en zona azul te puede costar entre 3 y 5€, por lo que Copenhague no es una ciudad para los coches.
Visto lo visto, dormir en el centro no era un opción, así que consulté park4night y vi un parking a las afueras de la ciudad que tenía buena pinta. Así que fui para allí preparé la cama y a dormir.
4am: ¡Qué es esa claridad por Dios!
Sí, se estaba haciendo de día. Además, como el sol sale tan pronto, a las 5 de la mañana ya tienes el sol cascando en la Furgo y no hay quien duerma. Esta fue mi primera noche en Escandinavia y me preparaba para las siguientes.
Habiendo lidiado con el calor matutino me preparé y, antes de ir a conocer Copenhague, me dirigí a la embajada rusa para tratar de conseguir el visado. Pero no tuve éxito. Ya lo volvería a intentar en Helsinki.
Copenhague me pareció una ciudad de lo más agradable, joven y dinámica. Me gustó mucho el ambiente, sus calles, que la gente se bañase en medio de la cuidad… en definitiva una cuidad que encarecidamente recomiendo visitar.
No así Christiania.
Christiania fue una buena decepción. Puede ser que hace años fuese algo de lo que te venden que es, pero hoy en día está todo enfocado 100% al turismo. Está claro que el gobierno de Dinamarca hace la vista gorda y permite que se vendan drogas allí porque deben atraer mucho turismo, pero eso ha dejado en segundo plano lo que era originalmente Christiania, y ha hecho que se convierta en un supermercado de drogas para turistas. ¡Por favor, si había hasta policía danesa dentro!
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