Mi ultima noche en Rusia la pase cerca de la frontera con Lituania, así que, al día siguiente me levanté pronto y fui directo a la frontera.
Tras vaciar la furgoneta, dos horas y tres interrogatorios ya volvía estar en la UE y por lo tanto volvía a esta tranquilo. Puse dirección Vilnius, la última capital báltica que me quedaba por ver y a la altura de Kaunas, descubrí que había un lugar cerca del lago para acampar que tenía muy buena pinta, así que paré instalé la hamaca y disfruté de una puesta de sol de las que hacia tiempo que no veía.
Al día siguiente amaneció con tormenta, parecía mentira con la buena tarde que habíamos tenido el día anterior, así que recogí mis cosas y me dirigí hacia la capital.
Visité Vilnius y me sorprendió la república de Uzupis, el barrio bohemio que a modo de propaganda turística dice ser república independiente, tienen hasta una garita para sellar tu pasaporte, pero vamos a fin de cuentas es para atraer turistas.
Había reservado un tour al día siguiente para que me contasen un poco más de la ciudad, pero estaba cayendo tal chaparrón que decidí simplemente coger la furgo y conducir hacia Polonia. Me dio pena no poder descubrir más de la ciudad de Vilnius, pero a fin de cuentas ya había visitado 2 capitales bálticas anteriormente y su historia es muy parecida. Necesitaba aumentar el ritmo y la fugaz visita a Vilnius me hizo pensar. Decidí que Polonia lo visitaría en 4 días, pararía en las dos ciudades obligadas: Varsovia y Cracovia, y posteriormente me dirigiría hacia los Tatras para disfrutar por fin de la montaña y olvidarme un poco de la infinita planicie centro-europea.
Varsovia, me pareció una ciudad difícil de entender, es cómo una ciudad con muchas ciudades dentro, en cierta manera me recordó un poco a Berlín ya que no seguía el esquema típico de ciudad europea (centro-ensanche-periferia). Me gustó pero no me fascinó, ahora eso sí, visité el mercado de Różyckiego, que era la cosa más rara que vi en allí. Un mercadillo en el que podías comprar desde trajes de novia a piezas de coche, Además el mercadillo estaba repleto de palomas, nunca había visto tantas juntas, después me di cuenta de que allí los comerciantes las tenían bien alimentadas.
La siguiente ciudad era Cracovia y desde el primer momento me encantó. una ciudad fácil, llena de rincones para perderse, tomar algo y muy muy económica. Comí un menú del día por algo menos de 6 euros.
Recomendación especial el cementerio Judío y eso que no soy gran fan de los cementerios, pero este en concreto es muy bonito, está repleto de plantas, árboles y paradójicamente hay mucha vida.
Como dato curioso, sólo en el casco antiguo de Cracovia hay casi 140 iglesias, es la ciudad de Europa con más iglesias por persona. Otro dato que caló hondo porque me hizo ver la realidad del holocausto, es que a pesar de tener un barrio Judío de lo más extenso y bonito, la comunidad judía no llega a las 400 personas y solo hay una sinagoga.
Después de estar dos días en Cracovia y convencido de que algún día volveré, me despido y ponemos rumbo a los Tatras. A 20 km de la frontera con Eslovaquia, encuentro un sitio increíble al lado de un rio para acampar, así que decidí qué pasaría allí un día, antes de por fin llegar a las montañas.
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