Entramos en Eslovaquia con la imponente vista de los Tatras. Buscamos un sitio para acampar e hicimos una excursión después de comer, era un día extremadamente frio para ser octubre, -2 grados al sol. Cuando estaba anocheciendo llegamos a la furgo y yo realmente necesitaba una ducha, el termómetro ya marcaba -4º, pero aún así me duché. Nunca en mi vida lo pasé tan mal duchándome, fue horrible, pero lo relajado y a gusto que me quedé no lo sabe nadie.
Al día siguiente despertamos a -6º. Tras hacer un café y entrar en calor, fuimos a subir el Rysy, la montaña más alta de los Tatras, dónde tuve un percance con el del parking, que ya conté unos cuadernos de bitácora atrás.
La excursión es bastante larga, pero muy recomendable. Tuvimos la mala suerte de coincidir con la primera helada del año y quedarnos a solo 15 minutos de la cima, pues el último tramo es una vía ferrata y estaba todo congelado. Estuve valorando si subir o no, pero tras tantear a Trabbi pensé que no era buena idea quedarse sin perro y nos dimos la vuelta. Aún así la disfruté mucho.
Mientras estaba bajando decidí en qué podría intentarlo de nuevo al día siguiente, dejando a Trab en la furgo, así que acampé en el mismo sitio para no perder tiempo al despertar.
Amaneció con tormenta y nevando, así que mi plan de intentar culminar se desvaneció. El plan B no era tan emocionante, pero quizás más necesario, era ir al pueblo más cercano para comprar provisiones, estaba bajo mínimos.
Con la compra hecha, miré el mapa para planificar mi ruta y vi que de camino a Ucrania estaba Kosice, una ciudad que, no sé por qué me sonaba de algo. Me di cuenta que mi hermana la había visitado hace un tiempo, la llamé y me dijo que su mejor amiga estudiaba allí. Así que, sin haberlo planeado ya tenía plan y me dirigí hacia allí.
Estuve tres días en Kosice, una ciudad extremadamente económica, muy curiosa y con una oferta folclórica abundante.
Tuve la suerte de tener compañía y tomarme unas cervezas, ademas de darme una ducha de agua caliente, algo que hacia bastante tiempo que no experimentaba. Así que muchas gracias chicas.
Era hora de cambiar de país por lo que puse dirección Ucrania pasando la última noche eslovaca en un lago de nombre impronunciable, a 20 km de la frontera. Allí pude disfrutar de una noche veraniega, no me lo podía creer, en menos de una semana habíamos pasado de -6 a 20º.
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